La poesía exorbitante y las distintas capas de sonoridades son características a las que Zoé nos ha acostumbrado a lo largo de su discografía, es una marca registrada que pone las expectativas previas por todo lo alto; cuando vi que habían lanzado un nuevo disco me dispuse a escucharlo en total parsimonia para prestarle la merecida atención a cada detalle, expectante de que iba a escuchar algo deslumbrante, y no me equivoqué.
Zoé, esta banda mexicana de Indie rock presenta su séptimo disco de estudio titulado “Sonidos de Karmática Resonancia”, un disco fiel al estilo y sonido de este quinteto oriundo de Cuernavaca, que desde 1997 ha sabido embolsillarse a sus oyentes con letras memorables y ritmos altamente sensoriales, las distintas mutaciones entre indie rock y pop no son ajenas en este nuevo trabajo, las letras siguen teniendo un peso importante, como siempre letras melancólicas pero ahora tenemos un par de criticas sociales que encajan muy bien con la peculiar proyección vocal de León Larregui.
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EL ÁLBUM
De entrada, el álbum atrapa desde el primer segundo “Popular” es la canción encargada de la apertura, una letra super directa y sentimental se acopla perfectamente con la instrumentación; la exigencia se mantiene en la siguiente canción, “Karmadame” que cuenta con un coro pegajoso y un ritmo más calmado; el tercer track del álbum le corresponde a “Velur” el single principal del álbum y uno de sus puntos más altos, una movida canción con una vibra espacial que lanza destellos de post punk, perfecto para recostar la cabeza y solo escuchar.
La onda melancólica espacial se mantiene en “El Duelo”, con un riff de guitarra en el entró algo texano le pone el toque hollywoodense al álbum y así desembocar en la psicodelia de “SKR” que con un sonido vibrante y tensionado sumado a una letra auto flagelante le da misterio al asunto para llegar al clímax en uno de los mejores coros del disco.
El punto excéntrico del recae sobre “Canción de Cuna Para Marte” y “Tepoztlán” principalmente en lo profundo de las letras de ambas canciones, cargadas de un alto nivel de existencialismo que da pie a “Fiebre” una conspiranóica canción que evidentemente habla del asunto de la pandemia y la cuarentena del ultimo año y de cómo (ante la ideología de la banda) el sistema nos quería controlados y en cautiverio.
El álbum termina bien experimental, con “Ese Cuadro No Me Pinta” y “Bestiario” donde la psicodelia vuelve a hacer gala de su presencia, y la ambientación toma el protagonismo, capas de sintetizadores hacen la cama para lúgubres riffs de guitarras y así cerrar por todo lo alto los “Sonidos de Karmática Resonancia”, un disco que rosa la perfección.
